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Estudiante de Fonoaudiología de voluntaria en Burundi

Rosana Torrealba debería estar en 4to año de la carrera, pero congeló sus estudios para vivir una experiencia que le llenaría el alma: ser misionera en África por Schoenstatt, movimiento de la Iglesia Católica. Esta es su experiencia de los primeros meses de su voluntariado.

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¡Amahoro! (Que la paz esté con ustedes). Así nos saludamos en esta tierra.

Aterricé en Bujumbura, la capital de Burundi, el 2 de Julio a las 19:30 horas, cuando ya estaba todo completamente oscuro. En ese momento se me revolvió la guata y me empezaron a transpirar las manos, pensaba «listo, aterricé, aquí estaré 7 meses».

Ahí me esperaba el padre Claudio Jeria y nos dirigimos inmediatamente a nuestra primera parada: el Santuario de Mont Sión Gikungu. Me dieron la bienvenida los «fratiri» (seminaristas) y fue junto a ellos con quienes compartí mi primera comida en esta tierra. El padre Claudio es el que está encargado de los seminaristas y todos los miércoles tienen «noche de recreación». Yo tuve la suerte de llegar ese día.

Burundi es uno de los países más pequeños del mundo y es conocido como el «el corazón de África». Yo pensaba que le decían así porque estaba en el centro de África, cerca de la línea del Ecuador, pero mirando el mapa descubrí que además tiene forma de corazón. Tiene una superficie de 27.834 km2 y se encuentra junto al gran lago Tanganica. Limita hacia el norte con Rwanda, al oeste con el Congo y al este con Tanzania. Burundi tiene paisajes realmente espectaculares, numerosas colinas verdes, lagos, clima tropical, etc. Los primeros visitantes llamaban a Burundi como la «Suiza de África».

futbolEste país sufrió mucho a causa de la cruda guerra civil entre las etnias Hutus y Tutsis que azotó esta tierra durante los ‘90. Fueron años duros, de dolor, miedo e incertidumbre para el pueblo burundés, pero poco a poco se han ido levantando motivados por la inmensa fe que tienen. Hoy en día, Burundi es uno de los países más pobres del mundo, pero a veces no se nota tanto ya que recibe muchísima ayuda del extranjero.

El movimiento de Schoenstatt llegó a Burundi de una manera muy genial. Varios años atrás, un obispo burundés visitó Schoenstatt en Alemania y le pidió de manera insistente a la Hermana Superiora que fueran al país africano. Meses después las hermanas mandaron una delegación desde Sudáfrica, instancia en que el obispo les entregó un terreno en Mutumba (un pueblo a 27 km al sur de Bujumbura) donde se bendijo el primer Santuario de Schoenstatt en Burundi que se le conoce como el “Santuario de la Confianza». Los Padres de Schoenstatt llegaron en los años ’70 y fue durante la guerra civil cuando se bendijo el segundo Santuario de Schoenstatt, que es donde yo estoy ahora.

La fe aquí se vive de manera impresionante. Entre cantos, bailes, colores, tambores toda expresión es admitida cuando se trata de alabar al Señor. El burundés, por esencia, es una persona lenta, que se toma su tiempo. Cuando te pregunta «¿cómo estás?», te lo pregunta lento, mirándote a los ojos, porque realmente le interesa saber cómo estás. Aquí me he dado cuenta que en nuestra cultura, ese saludo pasó a ser algo más mecánico que a veces ni siquiera nos detenemos a reflexionar. Tener el «don de la palabra» también es fundamental para ser parte de esta cultura: ¡les encantan los discursos! Para toda reunión social, los discursos son infaltables. Las misas duran infinito.

burundi

Todo aquel nacido en esta tierra habla kirundi. El francés es fundamental, es el idioma puente para moverse en este país, pero si quiero hablar con el corazón de las personas debo hacerlo en kirundi, así que ya comencé mis clases para aprenderlo. Es un gozo ver la cara de esos niños cuando les digo pequeñas frases en kirundi, ¡no pueden creerlo! Se miran entre ellos y se mueren de la risa.

En esta tierra, un blanco es totalmente fosforescente. Cada vez que camino por la calle o por los mismos jardines del santuario, las miradas se vuelven hacia a mí automáticamente, como si fuera un imán. Cuando salimos de Bujumbura y nos dirigimos hacia el campo, las miradas se acentúan mil veces más: «¡Umuzungu, Umuzungu!”, gritan todos, que significa «blanco”. Para ellos, todos los «umuzungu» son ricos y vienen de Europa. El continente americano no existe mucho en sus cabezas.

Juventud femeninaMi gran familia de este tiempo han sido todas las personas que están siempre aquí en Mont Sion Gikungu, especialmente los seminaristas y los trece padres de Schoenstatt, que vienen de Suiza, Congo, Burundi y Chile. Ya están todos mimetizados con el ritmo y vida de esta cultura, usan camisas de colores, hawayanas, chalas o lo que quieran. Los nueve fratiri (seminaristas) se convirtieron realmente en mis hermanos, salí con ellos a celebraciones, matrimonios, les enseñé guitarra, compartimos múltiples comidas, etc.

Schoenstatt Burundi tiene a su cargo un hogar de niños llamado «Mariya Arafasha» (María Ayuda) y es justamente ahí donde yo pasaré un buen tiempo de mi voluntariado. Aprovechando que los niños en este momento están con sus familias, comencé a ir todas las mañanas a un centro que tienen las Hermanas Misioneras de la Caridad en el centro de la ciudad y ha sido verdaderamente un regalo. Cada vez que llego los niños empiezan a gritar «¡Igitari, igitari!» (guitarra), así que rápidamente nos ponemos a cantar y como buenos burundeses todos tienen un ritmo para cantar y bailar impresionante. En ese lugar también me ha tocado bañarlos, limpiar, repartir medicamentos, etc.

Otros días estoy en grupos de oración con algunos amigos, también hago clases de español básico, a otros les enseño guitarra y me sumé al coro, algo que me tiene particularmente muy contenta. Otra cosa que me ha tenido muy feliz es compartir mucho con la juventud femenina de Schoenstatt.

Un sacerdote me dijo que la alegría es un don: “ya verás que sólo con compartirla habrás hecho mucho”. Y es cierto. Tal vez aquí en África hay muchas necesidades frente a las cuales no podemos hacer nada, pero si podemos regalar la alegría, nuestra misión cobra sentido porque es Jesús, por medio nosotros, que quiere visitar el corazón de cada una de las personas que se cruzan en nuestro camino”.

TURI KUMWE (Permanecemos juntos)
Con gran cariño en los corazones de
Cristo y María,
Rosario

Seminaristas