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El Consentimiento Informado y su Aplicación Práctica por Dra. Gladys Bórquez

Conozca el resumen del encuentro realizado el pasado 12 de mayo.

En el Manual del Estándar General de Acreditación para Prestadores Institucionales de la Superintendencia de Salud, en el Ámbito Dignidad del Paciente se
lee: “El prestador institucional provee una atención que respeta la dignidad y resguarda principios éticos esenciales en el trato que se le otorga” y a continuación detalla las características y los elementos medibles cuyo cumplimiento exigirá en los puntos de verificación que correspondan. Sean estas guías, normas o procedimientos deben cumplir con un formato dado y, deben ser aplicados, supervisados y monitorizados según los indicadores que se hayan establecido.

Las implicancias teóricas y prácticas que surgen de esta exigencia legal definida con la Reforma de Salud del 2000, y orientada a la calidad, invitan a reflexionar respecto del rol que desempeñan las instituciones de salud por un lado y los profesionales por otro en la práctica del proceso de Consentimiento Informado. En el caso de las primeras para revisar algunos aspectos de la organización y en el caso de los profesionales médicos para revisar algunos aspectos de la relación clínica.

En el seno de sociedades democráticas y tolerantes nadie discute a estas alturas del siglo XXI, que el respeto al principio de autonomía tiene fundamentos éticos universales. Así lo suscriben múltiples declaraciones, regulaciones y tratados internacionales de bioética: los pacientes pues tienen autonomía moral para poder gobernarse a sí mismos y tomar sus propias decisiones en lo que atañe a su salud de acuerdo con sus ideales, creencias y valores y es un derecho inalienable e intrínseco al ser humano.

Pero corremos un riesgo, que la insuficiente comprensión de esta nueva exigencia, la del consentimiento informado, pueda transformarse en un trámite burocrático más y que en palabras de Victoria Camps: “La sustitución de un principio (beneficencia) por otro (autonomía) de un modo excesivamente radical puede acabar no representando un progreso ni un respeto a los derechos del paciente”. (en “Una vida de calidad. Reflexiones sobre Bioética” ).

El costo innegable de hacerse responsable de tomar decisiones no es algo que todos nosotros: sociedad, pacientes y profesionales haya aceptado. Superar el paternalismo fuerte, hacer un ejercicio de libertad y tener la posibilidad de decidir después de una adecuada información, genera mayor angustia en el paciente y nuevos problemas éticos para los profesionales, ya que cada paciente es único y como consecuencia no es posible aplicar protocolos estándar.

En la idea de encontrar caminos para superar algunos de estos problemas, es indispensable adecuar la organización institucional para que la responsabilidad personal de los profesionales encuentre caminos adecuados de realización.

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