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Fraude y moral de los profesionales

La invención deliberada del Dr Hwang Woo Suk para obtener el prestigio que lo llevó incluso a ser mencionado como presunto candidato al premio Nobel y cuantiosos recursos económicos para su investigación desataron el escándalo.

Durante los últimos días la comunidad científica internacional ha sido testigo de un gravísimo fraude en lo que ha investigación científica se refiere. Se trata del científico coreano Dr Hwang Woo Suk y su investigación con células troncales.

En un artículo publicado en Science, Hwang Woo Suk y su equipo comunicaron haber clonado por primera vez 11 líneas celulares para pacientes específicos, tales como portadores de diabetes o de lesiones medulares. La publicación fue bien recibida por la comunidad científica, generó esperanza en pacientes portadores de enfermedades hasta ahora sin solución, y tuvo reparos éticos por el tema de la clonación terapéutica (ver Comentario Bioético de Mayo 2005 en esta página web).

Sin embargo, el artículo fue éticamente cuestionado después de su publicación. Primero, porque se filtró a la opinión pública que la investigación incluyó el pago de más de 1.000 dólares a las mujeres, supuestamente voluntarias, que fueron donantes de óvulos, a lo cual se agregó la noticia de que dos de ellas eran colaboradoras dependientes del investigador principal. Se había así atentado contra un principio básico en ética de la investigación que es el debido respeto a la autonomía y libre decisión de las personas. Pero, el verdadero escándalo surgió hace algunos días cuando uno de los colaboradores del Dr Hwang Woo Suk, el Dr. Roh Sung-il, señaló que el investigador utilizó células madres falsas. De hecho 9 de las 11 líneas celulares de las que habla el artículo eran falsas y aún hay dudas de las otras dos.

Fue una invención deliberada para obtener la publicación, el prestigio que lo llevó incluso a ser mencionado como presunto candidato al premio Nobel, y cuantiosos recursos económicos para su investigación.

El fraude en investigación Biomédica es una grave preocupación mundial cuya frecuencia no se conoce bien y que se realiza principalmente a través de la fabricación, falsificación o plagio de datos. En la historia de la investigación se han conocido distintos hechos fraudulentos mayores. En 1974 William Summerlin afirmó haber transplantado exitosamente córneas humanas en conejos, en 1975 J.P. Sedgwick falsificó datos de un estudio multicéntrico de drogas antihipertendivas, en 1995 Friedhelm Herrmann & Marion Branch inventaron datos en por lo menos 94 artículos en una investigación sobre una técnica para ayudar a pacientes con cáncer a recuperarse luego del daño medular producido por quimioterapia. Y en el año 2005 Nature publica un artículo que sugiere que el fraude en investigación es muy frecuente y que va más allá de la fabricación, falsificación o plagio de datos. Reporta que estas faltas graves las realizan menos del 2% de los investigadores, pero que diversas faltas menores han sido reconocidas por alrededor del 30% de ellos.

Para evitar el abuso a personas y cualquier otra falta de ética en investigación biomédica la sociedad moderna ha logrado que las investigaciones y los investigadores estén regulados en diversas instancias y sujetos a criterios establecidos en declaraciones internacionales, desde el Código de Nuremberg (1947) y las sucesivas versiones de la Declaración de Helsinski y otras. Además, los países han regulado y legislado sobre la materia de tal manera que actualmente toda investigación debe ser revisada y aprobada por un comité de ética de la investigación, responsable de velar por los intereses de los pacientes y de la sociedad.

Sin embargo, a pesar de las regulaciones y de las denuncias públicas de fraudes como el que motiva este artículo, las irregularidades y faltas de ética persisten y son más frecuentes de lo que se podría imaginar. Esta realidad debe hacernos pensar en profundidad en el tema de la honestidad de los profesionales de la salud, ya sea en su ejercicio clínico o en investigación. Al menos es necesario que nos formulemos las siguientes preguntas. ¿Porqué algunos médicos carecen de honestidad?; ¿cuándo y cómo deberían adquirir una moral personal que impida el fraude?; ¿será el plagio de trabajos y la copia en los exámenes en la universidad análogo a inventar datos en una investigación?; y ¿será la copia en pruebas y exámenes la antesala para ser mañana un clínico que otorga falsas licencias médicas o un investigador que inventa datos?. Mientras cada uno no se responda a si mismo estas preguntas, ninguna asignatura o sistema de control, así como ninguna legislación, lograrán evitar el fraude ni otras faltas a la ética profesional.

[1] Ayudante alumna del Centro de Bioética
[2] Director Centro de Bioética