Estos primeros años del siglo 21 constituyen un momento oportuno para que meditar acerca del verdadero sentido de la Odontología, analizar los caminos recorridos, el momento actual y vislumbrar los tiempos que vendrán para la profesión. Es necesario mirar no sólo los avances científicos y tecnológicos sino más bien meditar en la misión y responsabilidad profesional del odontólogo como miembro de equipos de salud dedicados al fomento, cuidado y recuperación de la Salud Bucal de personas y de la sociedad en su conjunto.
El valor trascendente de la Odontología no está sólo en la aplicación exitosa de técnicas clínicas de vanguardia y de alto costo. Muy por el contrario, la contribución está más bien en comprender que cada persona tiene un proyecto de vida y que cada uno de nuestros pacientes tienen un proyecto particular y único. Nuestra responsabilidad es contribuir a través del desempeño clínico y cuidado de la Salud Bucal a que ese proyecto se vaya concretando en sus etapas presentes y culmine con éxito en el futuro, contribuyendo a lograr una vida feliz. En este desafío no podrán estar ausentes las responsabilidades sociales compartiendo también las labores de la Salud Pública en cuanto al fomento y protección de la Salud Bucal.
El sentido de la vida es la existencia, que se realiza simultáneamente, tanto en lo biológico como en lo espiritual, haciendo del hombre una persona feliz. Tener responsabilidad con quienes tenemos a nuestro cuidado, implica evitar restringir la atención del paciente y generar una transformación segmentaria de carácter físico y corporal, como lo es la cavidad bucal y sus anexos anatómicos. Nuestra labor profesional, delegada por la sociedad como personas inmersas en un conocimiento, nos desafía en la perspectiva de hacernos sensibles y solidarios con la enfermedad de quienes nos han confiado la recuperación de la Salud, con su dolor, su vivencia, sus miedos, con los trastornos asociados a sus proyectos de vida individual y familiar.
Curar significa librar a un individuo de una determinada patología, pero sanar involucra un desafío mucho más profundo y complejo que se relaciona con el alivio del sufrimiento humano, el que dista mucho de estar representado por el dolor que podemos visualizar. El verdadero sufrimiento lo vive el paciente en la soledad de la vida íntima, en la que sólo nos está permitido acompañar. Debemos ir más allá de curar un mal, para transportarnos a la cercanía de la vivencia y experiencia emocional de la enfermedad, la que en muchas ocasiones llega a constituir un mayor riesgo para el paciente que la enfermedad misma. Se trara de asumir lo que en Antropología Médica se conoce como la diferencia entre el cuerpo vivo y el cuerpo vivido, o también como lo objetivo y lo subjetivo de las patologías. Todas las enfermedades tienen la misma denominación académico – científica, pero todas las personas constituimos identidades únicas e irrepetibles, lo que se traduce en modos de vivir la enfermedad en forma diferente con mayor o menor compromiso emocional.
La Odontología ciertamente no está ajena a la disímil vivencia emocional de las patologías bucales. En un ejemplo cotidiano de nuestra práctica, una persona puede desarrollar una vida emocional equilibrada a pesar de la pérdida múltiple de piezas dentarias, mientras para otras la pérdida de un diente puede significar un daño emocional relevante en cuanto a la relación con su entorno familiar, laboral, social o consigo mismo. Una enfermedad no es una entidad nosológica, sino más bien una vivencia irrepetible, cuya identidad es la persona misma.
En una perspectiva humanista y, en especial bioética, en relación a las responsabilidades de la Odontología para con las personas y la sociedad en su conjunto, se sitúa al ser humano en el centro de la práctica profesional, ya sea en la investigación como en la clínica. Lo que Latamendi dijo resulta irrefutable: “ El Médico que sólo sabe de Medicina, no sabe Medicina siquiera”, pudiendo esta máxima ser aplicada de igual forma a la visión de la Odontología contemporánea, pero por sobre todo de la futura. La Bioética como una disciplina multidisciplinaria, transdisciplinaria e interdisciplinaria, en primer lugar tiene un carácter deliberativo, en el que no son aceptadas las verdades absolutas y en la que las posturas absolutistas y fundamentalistas son reemplazadas por el diálogo valórico, ético y moral en virtud del mejor interés para el enfermo. La Bioética constituye por lo tanto una ética aplicada a la Medicina y Odontología, en la cual desde la década de los 70 confluyen la Medicina, la Filosofía, la Antropología Médica, el Derecho, la Política, la Salud Pública, la Ecología, la Historia de la Medicina, las Ciencias Básicas, la Religión, la Sociología, la Cultura, etc. La Bioética logra en esta interacción y diálogo formular un nuevo sujeto moral que tiene derecho a ser informado, tomar decisiones y ejercer su voluntad libremente.
La Bioética nos acerca al Humanismo y al conocimiento de los dilemas ético-clinicos, junto con formularnos principios y métodos que deben ser aplicados en la práctica de la Odontología. La Relación Odontólogo – Paciente constituye el eje central de la Odontología, relación humana que no está exenta de dilemas y conflictos, para los cuales es nuestra obligación estar preparados tanto para afrontarlos como para manejarlos y prevenirlos. La progresiva judialicización de la Odontología es una realidad indesmentible, pero es necesario comprender que los conflictos que acontecen al interior esta relación están relacionados con pacientes insatisfechos en lo clínico y con actitudes de falta de humanidad y acogida por parte del Odontólogo.
La Odontología contemporánea no se puede mantener al margen de la medicina hipocrática cuyos principios están contenidos en el Corpus Hippocraticum. Entre muchas enseñanzas y principios, los escritos hipocráticos enfatizan la real necesidad de la cercanía con el enfermo y con su vivencia de la enfermedad, por sobre el el propósito de curar una patología dada, utilizando para ello todos nuestros sentidos y la observación próxima al paciente por parte del tratante.
A la luz de la agitada realidad de la vida contemporánea, los pacientes solicitan nuestra acogida a su vivencia de la enfermedad y no tan sólo librarlos de la enfermedad. La Relación Odontólogo – Paciente es la verdadera y real oportunidad para desarrollar esta relación humana tan particular en forma fructífera en el tiempo. Los Odontólogos no deben desaprovechar las sucesivas atenciones durante un tratamiento para ir al encuentro de la persona enferma, en la que reconoceremos los valores de la dignidad, igualdad, solidaridad, amistad, sensibilidad, sabiduría, libertad, autonomía, pluralismo, cooperación, compromiso, sencillez, trascendencia y responsabilidad entre otros. Estos valores constituyen la base segura de las relaciones humanas, particularmente de la Relación Odontólogo – Paciente, cuyo objetivo último es la restauración del equilibrio corporal y también espiritual de los pacientes.
Un Odontólogo estudioso del quehacer científico – tecnológico, de las ciencias básicas, junto a la preparación en Humanidades, podrá adquirir una dimensión tan amplia como enriquecedora de la práctica clínica, cuya trascendencia ayudará a encontrar el verdadero sentido de la Odontología.
Dr. Jorge Oliva: Es odontólogo, tesista del Magíster en Bioética Universidad de Chile y Centro de Bioética, Facultad de Medicina Clínica Alemana – Universidad del Desarrollo.