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Cartas sobre el caso de Eluana Englaro

Aquí se muestran algunas cartas enviadas a EMOL sobre el difícil caso de Eluana Englaro; una mujer italiana que tras sufrir un accidente automovilístico el año 1992, entró en un estado vegetativo persistente. Su padre comenzó el año 1999 una serie de juicios en favor de permitir morir a Eluana por medio de retirarle alimentación e hidratación, defendiendo asi la postura que su misma hija habría expresado antes del accidente. El caso se reabrió por tercera vez en octubre del 2007, y ha sido objeto de diversas discusiones en la prensa tanto internacional como nacional

Durante el mes de julio de este año, una serie de cartas fueron publicadas en el blog de EMOL «La Agonía de Eluana», dedicado al tema, donde distintos lectores vertieron su opinión. Hemos elejido las cartas que nos han parecido más relevantes; entre cuyos autores se encuentra el Dr. Juan Pablo Beca, miembro del Centro de Bioética de la Universidad del Desarrollo.
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Sábado 12 de Julio de 2008
Agonía de Eluana

Señor Director:

Eluana Englaro es una mujer de nacionalidad italiana que está postrada en estado vegetativo persistente hace 16 años. Según su propio padre, su hija «murió hace 16 años», por lo que ha solicitado a los tribunales de justicia que se le suspendan la alimentación y la hidratación. Tal deseo fue autorizado por los jueces de la Corte de Apelaciones civiles de Milán.

Esta decisión, tanto del padre como de los jueces, es grave por las siguientes razones. La primera, porque la causa de la muerte de Eluana no será su enfermedad, sino que el hambre y la sed fruto de una acción humana, lo que constituye una práctica eutanásica gravemente inmoral. En segundo lugar, porque con esta actitud están diciendo tanto el padre como los jueces que el ser humano tiene valor en la medida en que esté consciente, olvidando que una persona por muy grave que esté no pierde su dignidad ni el derecho a la vida, aun en el caso de que haya perdido la conciencia. En tercer lugar, porque es cuestionable que otros determinen el valor de la vida de una persona y puedan disponer de ella justamente cuando en virtud de su debilidad es la que más necesita afecto, amor y cuidados.

La agonía de Eluana será dolorosa. Veremos el dantesco espectáculo de un padre que le quita la alimentación a su hija y que fue incapaz de reconocer que por enferma que esté está viva, y es por lo tanto merecedora de cuidado y respeto. Delicado es también que los médicos, que por vocación están llamados a cuidar y respetar la vida, tengan que poner sus conocimientos al servicio de la muerte. Complejo es también que un tribunal termine siendo un mero notario de los deseos de una persona y abdique de la tarea de tutelar por los derechos de las personas, empezando por el más básico y elemental: el derecho a la vida. Será triste ver a través de los medios de comunicación social cómo en pleno siglo XXI una persona que requiere por su enfermedad, como ninguna otra, de los demás, se la deje sin alimentación con el fin de que muera.

Invito a todos los hombres, creyentes y no creyentes, a que seamos cada vez más conscientes de que las personas valen por lo que son y como son, y no por lo que hacen o tienen. Sólo a la luz de este reconocimiento podremos construir una verdadera democracia. De lo contrario, la razón de la fuerza prevalecerá por sobre la fuerza de la razón, y los más fuertes se impondrán a los más débiles, como es este triste y, por cierto, dramático caso.

+FERNANDO CHOMALI G.
Obispo Auxiliar de Santiago
Miembro de la Pontificia Academia para la Vida

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Martes 15 de Julio de 2008
Agonía de Eluana

Señor Director:

A propósito de la carta publicada el 12 de julio en la que el obispo Fernando Chomali comenta la decisión de la justicia italiana que permite discontinuar la alimentación a una paciente que ha permanecido en «estado vegetativo permanente» durante 16 años, me gustaría señalar:

La afirmación de que en dicha circunstancia «la causa de la muerte de Eluana no será su enfermedad, sino que el hambre y la sed…» resulta ser una afirmación científicamente incorrecta. Para experimentar hambre o sed, de acuerdo al conocimiento actual de que disponemos, se requiere de un nivel de conciencia que depende de la corteza cerebral y que en el «estado vegetativo permanente» está definitivamente destruida. Por lo tanto, esas sensaciones no son experimentadas por personas en estado vegetativo.

La tendencia a continuar manteniendo con vida durante décadas a seres en estado vegetativo permanente y que están totalmente desconectados del ambiente que les rodea, desde nuestro punto de vista es una conducta que no respeta la dignidad que merece todo ser humano. Esta tendencia se enmarca dentro de una lucha desmedida en contra de una realidad inexorable, y que es la muerte de todo ser viviente.

Recientemente, la revista Neurology publicó una serie bastante numerosa en que seres ya no en estado vegetativo, sino que en estado de muerte cerebral, eran mantenidos en sus hogares con ventilación mecánica y apoyo de sofisticada tecnología durante varios años. Situaciones como la señalada invitan a reflexionar sobre el hecho imperioso en la época actual de que el disponer de la tecnología no es razón suficiente para justificar su implementación. Es una obligación considerar si en ese caso particular su indicación será un bien o significará un daño.

Ante estos hechos resulta apropiado recordar lo ocurrido a Asclepio, quien fuera el dios de la Medicina en la mitología griega y condenado a muerte por Zeus. ¿Cuál fue la falta cometida por Asclepio para merecer semejante condena? Consistía en haber adquirido tal eficacia en el ejercicio de la medicina, que con su arte impedía que las personas murieran. Zeus consideró que esta situación estaba en contra del equilibrio que necesariamente debía existir en la naturaleza, y por este motivo debía morir.

El desarrollo actual de la tecnología nos pone ante el mismo dilema planteado por los griegos. Hoy es necesario como sociedad reflexionar sobre el instante adecuado en que hay que permitir la muerte, por haber llegado el momento en que se debe renunciar a optar por la vida.

FERNANDO NOVOA
Neurólogo
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Viernes 18 de Julio de 2008
Agonía de Eluana

Señor Director:

La interesante carta de monseñor Fernando Chomali, publicada el 12 de julio, y sus respuestas discrepantes plantean uno de los temas más complejos de las decisiones al final de la vida y hacen necesario puntualizar varios conceptos que si no están claros, hacen imposible su análisis. En primer lugar, el estado vegetativo permanente es una condición clínica en la cual persiste función del tronco, pero no de la corteza cerebral. Se caracteriza clínicamente por existir alerta pero no conciencia de sí mismo, por lo que no hay posibilidad de que el enfermo experimente dolor o sufrimiento. La nutrición e hidratación en estos casos se realiza artificialmente, por sonda o gastrostomía, y no hay acuerdo si éstos corresponden a un cuidado humanitario básico o si, porque sólo prolongan una vida orgánica y el sufrimiento de los familiares, son tratamientos desproporcionados y no obligatorios. Por este motivo, no se ha llegado a consenso en casos similares, muchos de ellos discutidos públicamente por médicos y bioeticistas.

Ante la confusión existente sobre la eutanasia, palabra a la que se le agregan diferentes calificaciones, se recomienda actualmente reservar este término sólo para las actuaciones médicas que producen directamente la muerte, a petición expresa y reiterada de un enfermo que padece una enfermedad incurable, con sufrimiento que no ha podido ser mitigado con medidas paliativas, y que él estima como insoportable. Limitar tratamientos desproporcionados y fútiles es buena práctica clínica y no se le puede confundir con eutanasia. En otras palabras, limitar tratamientos, sea porque no se inician o porque se suspenden, es una forma de respetar la vida permitiendo pero no produciendo la muerte de un enfermo incurable y terminal. Esta decisión es siempre difícil, pero moralmente muy diferente a actos que provocan directa e intencionadamente la muerte. Es la diferencia entre matar y dejar morir, lo que muy pocos se cuestionan. Respetar la vida humana, por su dignidad intrínseca, no significa que se deba prolongar artificialmente la vida en cualquier condición, generando y prolongando el sufrimiento del enfermo y de su familia.

Si pensamos en el caso de Eluana, después de 16 años en estado vegetativo, mantenida por los cuidados familiares y profesionales, hay que comprender que el padre, seguramente con mucha dificultad y dolor, pida la suspensión de la nutrición por vías artificiales. Y no lo solicita porque considere que ella no tiene dignidad, sino por considerar que estos tratamientos sólo prolongan excesivamente su vida en forma artificial. También hay que preguntarse si Eluana hubiese consentido que se le prolongara por tantos años la vida en estas condiciones.

Por último, su padre, más que los médicos, jueces u otros extraños a su vida, es quien mejor la puede representar, aun cuando su propio sufrimiento necesariamente influya en su decisión.

DR. JUAN PABLO BECA I.
Centro de Bioética
Facultad de Medicina
Clínica Alemana Universidad del Desarrollo

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Domingo 20 de Julio de 2008
Agonía de Eluana

Señor Director:

Respecto de las opiniones vertidas en cartas anteriores, no puedo dejar de estar de acuerdo con el Dr. Novoa como neurólogo, y especialmente con la posición humanitaria del Dr. Juan Pablo Beca.

Como núcleo familiar tuvimos la desgracia de sufrir por casi 11 años el estado vegetal en que quedó mi madre después de sufrir un accidente y varias intervenciones quirúrgicas. El observar día tras día el deterioro de una persona sin poder hacer nada, sin ver ni una triste reacción de ningún tipo, es desesperante: fuera de proporcionarle el cuidado externo, no hay nada más que hacer.

El costo psicológico, físico y moral de todo el grupo familiar es absolutamente impagable. El desmoronamiento de la vida familiar, depresiones, y los sentimientos de impotencia y de rabia pueden superar dimensiones inalcanzables.

Soy hija única, y gracias a Dios tengo una familia que me quiere y que me ha apoyado en todo momento, como también debemos estar agradecidos de nuestros amigos, que nos dieron fuerza para seguir adelante y nos acompañaron hasta el final de esta traumática experiencia.

La razón de narrar este episodio es resaltar la afirmación de estos dos médicos que han puesto énfasis en que en estos tipos de casos se debiera respetar la opinión de los familiares y los deseos de la persona que haya manifestado con anticipación: de que si no hay posibilidades de tener una vida digna, por lo menos se respete la voluntad de descansar en paz.

ROSA MARÍA PAIVA HÖDAR

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Lunes 21 de Julio de 2008
Agonía de Eluana I

Señor Director:

En la situación de Eluana faltaba dar a conocer la opinión de aquellos que han tenido la experiencia de vivir con un familiar en estado vegetativo. Esto se logró ayer con la opinión vertida por la señora Rosa María Paiva. En su relato se perciben los sentimientos de impotencia, frustración y desesperanza crónica que tuvo que vivir. En fin, un sufrimiento sin ningún sentido, que a veces es el resultado del uso de nuevas tecnologías de la medicina, sobre cuyos beneficios es imperioso reflexionar.

También es necesario considerar en este proceso reflexivo que las opiniones que se emitan, inevitablemente van a estar influidas por las emociones que el caso provoca y nuestras propias creencias.

Por este motivo, no comparto la opinión del Dr. Becker, que, como respuesta a mi carta de fecha 15 de julio, sostiene que mi rechazo a la afirmación que el hambre y la sed irían a atormentar a la paciente al suspenderle la alimentación constituye un elemento distractor del hecho fundamental: la muerte de Eluana. Por el contrario. El Dr. Becker hace una afirmación incorrecta, pero relevante, en el sentido que esa afirmación provoca estados emocionales en las personas que obviamente conducen a rechazar el suspender la alimentación. Nadie debe ser expuesto a morir en esa condición. Las emociones, que son necesarias en la vida de todo ser humano, pueden, cuando son intensas, impedir que las conductas adoptadas sean las más apropiadas.

Por este motivo, casos como el de Eluana son siempre analizados por un Comité de Ética. Éste consiste en un grupo independiente, capacitado y heterogéneo de personas (paridad de sexo, multiprofesional y diferentes creencias), quienes deliberan según una metodología y hacen un análisis objetivo, considerando los fundamentos del deseo del paciente o sus representantes, leyes vigentes y los valores y principios involucrados en el caso particular. Finalmente, emite una opinión que tiene el carácter de recomendación. Esta institución que es el Comité de Ética permite evitar el sesgo presente en todas las opiniones individuales.

En relación con el tema de las emociones que tienen fuerte presencia en las opiniones que se han emitido en el caso de Eluana, Santo Tomás, refiriéndose a las virtudes cardinales, señala como una de ellas la templanza, que sería la que permite al hombre lograr el control racional de sus emociones y tendencias, lo que lo hace sabio y prudente.

Por este motivo, mensajes con elevado contenido emocional como pudiera ser la muerte por hambre y sed de los pacientes en estado vegetativo, además de ser incorrectos, interfieren con el análisis racional de los hechos.

La alimentación que deben recibir los pacientes forma parte de los cuidados básicos, y nunca se debe suprimir. Pero esto ocurre cuando es proporcionada por medios naturales, y que no es la situación de pacientes en estado vegetativo, que son alimentados sobre la base del uso de diversas tecnologías.

Sociedades científicas de gran prestigio han establecido que cuando ésta es aportada artificialmente por vía endovenosa o a través de sondas, como es el caso de Eluana, ya no está incluida dentro de los cuidados básicos del paciente, sino que forma parte del «tratamiento médico». En esta circunstancia, como cualquier tipo de tratamiento, se puede suprimir cuando se considera desproporcionado para la situación del paciente, tal como podrían ser las transfusiones de sangre en un paciente en etapa terminal.

DR. FERNANDO NOVOA
Neurólogo

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Miércoles 23 de Julio de 2008
Eluana, otra vez

Señor Director:

Comparto muchas de las opiniones vertidas por el distinguido Dr. Novoa, sobre todo en relación con que en casos tan dramáticos como los de Eluana es preciso separar las emociones de los principios y valores superiores. Creo comprender bastante bien lo difícil y dramático que debe ser para el padre de Eluana esta nefasta situación, como de seguro también lo ha sido para todos quienes han vivido una situación semejante.

Pero más allá de si la persona enferma siente o no hambre y sed, y de si sus familiares sufren mucho o muchísimo, o si lleva 16 años en estado vegetativo o sólo un semestre, lo central es que al dejar de alimentar a una persona se provocará su muerte. Sobre esto nos ha alertado monseñor Chomali, por cuanto la línea de corte puede tornarse borrosa en el futuro. Así, alguien con enfermedad de Alzheimer avanzado, por ejemplo, también podría ser privado de comida. Y para los defensores de la eutanasia, un precedente como el de Eluana puede ser un argumento en su favor: ¿qué tanta diferencia pudiese haber entre «activamente» no dar de comer para que alguien muera versus «activamente» dar una droga letal?

Este caso difiere totalmente del llamado encarnizamiento terapéutico, en el cual creo que todos los médicos tenemos una posición bastante uniforme y sabemos aceptar que cuando la evolución de la enfermedad provocará irremediablemente la muerte, independientemente de nuestros actos médicos, deben suspenderse los tratamientos y preservar lo básico y mínimo, como es la comida.

DR. PEDRO BECKER RENCORET
Cirujano Cardiovascular
Profesor Adjunto de Cirugía
Hospital Clínico
Pontificia Universidad Católica de Chile

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 Jueves 24 de Julio de 2008
Agonía de Eluana

Señor Director:

El gran interés que ha suscitado la lamentable situación que viven Eluana Englaro y su familia, parece sugerir que este tipo de situaciones nos afectan -de algún modo- a todos. Valdría la pena preguntarse por qué la pregunta ética por la licitud de suspender la hidratación y nutrición en una paciente en estado vegetativo persistente es capaz de convocar al diálogo a personas tan diversas, como hemos presenciado durante la última semana. Desde el punto de vista médico, el estado vegetativo persistente es una condición clínica poco frecuente ¿Por qué, entonces, casos como los de Eluana Englaro o Terry Schiavo son capaces de suscitar tan amplio interés?

Sin pretender dar una respuesta exhaustiva a esta interrogante, quisiéramos destacar que la pregunta por la obligación moral de nutrir e hidratar a personas que ya no son capaces de hacerlo por sí mismas, se ha hecho cada vez más frecuente en nuestras sociedades (en la medida en que el aumento de la esperanza de vida ha ido acompañado -entre otras cosas- por el aumento de las personas con demencia avanzada, secuelas de accidentes vasculares encefálicos, etcétera). De este modo, no es infrecuente que, en el cuidado de personas ancianas o con enfermedades neurológicas crónicas, sus familiares o cuidadores se cuestionen acerca de la necesidad de mantener la hidratación y nutrición, especialmente cuando estas prácticas se vuelven dificultosas y cuando la calidad de vida se juzga como irreversiblemente precaria.

Testimonios como el de la señora Rosa María Paiva (carta del domingo) nos revelan lo dramáticas que pueden llegar a ser este tipo de situaciones para la familia y la sociedad. En este contexto, surgen naturalmente emociones fuertes e interrogantes profundas acerca del sentido del sufrimiento, de la vida, de la muerte, etcétera. El desgaste físico, emocional, espiritual y económico que habitualmente se produce en los que acompañamos a este tipo de pacientes, es el ambiente en el que surgen las interrogantes acerca del sentido que podría tener mantener una vida humana en estas condiciones y, por ende, la pregunta ética por la obligatoriedad moral de continuar con la hidratación y nutrición asistidas.

La respuesta a esta interrogante es ciertamente muy compleja y exige un análisis cuidadoso de la situación particular que afecta a cada paciente y su familia. No caben aquí las «recetas de cocina». Sin embargo, en situaciones como las de Eluana Englaro o Terry Schiavo, contamos con algunos antecedentes que nos parece necesario explicitar. En primer lugar, se trata de personas que padecen una condición clínica crónica, pero no terminal. En otras palabras, no es la enfermedad misma la que mata (a corto plazo) a estos pacientes, sino que ellos suelen morir (a mediano o largo plazo) de las complicaciones que se asocian a su condición. Por el contrario, si estos pacientes no se hidratan ni se nutren, la evidencia empírica muestra que en un lapso aproximado de dos semanas desarrollarán una insuficiencia renal (por deshidratación) que les causará la muerte.

Por otro lado, el tipo de intervenciones médicas que suelen requerirse para asegurar una adecuada hidratación y nutrición en esta clase de pacientes (suero, sonda de alimentación enteral, etcétera) habitualmente no es ni tan complejo ni tan oneroso como para justificar que sean juzgadas (a priori) como medidas desproporcionadas.

Circunstancias difíciles como éstas ponen a prueba nuestra convicción sobre el respeto que merece toda vida humana, en cualquier condición, así como el valor que atribuimos al hecho de pertenecer a una comunidad humana solidaria.

DRA. PAULINA TABOADA R.
DRA. BEATRIZ SHAND K.
Centro de Bioética Facultad de Medicina
Pontificia Universidad Católica

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Sábado 26 de Julio de 2008
Eluana y voluntades anticipadas

Señor Director:

El debate producido en «El Mercurio» a través de las cartas y del blog por el caso de Eluana, la mujer a quien la justicia italiana autorizó suspender las medidas que la mantienen con vida después de 16 años en estado vegetativo permanente, lleva a plantear varios temas. Entre ellos está la importancia de las directrices previas o documentos de voluntades anticipadas, también llamados «testamentos vitales». Estas son declaraciones a través de las cuales una persona mayor de edad, con capacidad suficiente, manifiesta libremente su voluntad acerca de los tratamientos que quiere recibir al final de la vida, si alguna vez se encuentra en una situación en la cual no lo puede expresar personalmente. Si sus criterios quedan registrados formalmente en un documento, más aún si está firmado ante notario, tendrá mayor peso.

Es evidente que conocer la voluntad previa del enfermo facilita, a médicos y familiares de los enfermos, la difícil decisión en cuanto a qué y cuánto hacer al final de su vida. Para ello es necesario que las personas, sanas o enfermas, se planteen el tema y hablen en familia y con los médicos tratantes acerca de la muerte personal.

De esta manera, en un futuro cercano, cuando estos temas dejen de ser un tabú, será necesario legislar sobre las voluntades anticipadas, regulando sus formalidades y sus alcances, como ocurre ya en muchos países.

DR. JUAN PABLO BECA I.
Centro de Bioética
Facultad de Medicina
Clínica Alemana Universidad del Desarrollo

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Domingo 27 de Julio de 2008
A propósito de Eluana

Señor Director:

He leído con mucho interés las numerosas cartas, todas ellas muy interesantes y respetables, sobre el caso de Eluana. Y sobre el tema de fondo, deseo expresar algunas consideraciones:

¿Es la vida un valor absoluto? Absoluto implica que no acepta excepciones. No parece ser así. La historia se encarga de mostrar infinidad de ejemplos de personas que dan su vida por sus valores espirituales, por amor a la patria, a su familia o por lealtad a otros.

¿Es el derecho a la vida irrenunciable? A mi juicio, no lo es. Tener un derecho no implica necesariamente hacer uso de él. Yo puedo libremente renunciar a los derechos que poseo, entre otras razones, si pienso que mi derecho a la vida implica un costo emocional y económico intolerable para mi familia. En el caso específico del estado vegetativo permanente, una de las situaciones más dramáticas que le toca enfrentar a la medicina, uno no puede menos de preguntarse si realmente se está “ayudando a vivir” a alguien, o sólo “impidiéndole morir”, lo que no es necesariamente lo mismo.

Más complicado aún se hace el tema si entramos a preguntarnos si en el estado vegetativo permanente estamos frente a un “ser humano” o de “una persona humana”, tema que daría para una discusión inagotable.

Por último, situaciones como ésta son las que justifican las “Directivas previas” o “Testamentos vitales”, en que la persona, cuando está en pleno uso de sus facultades, deje expresamente señalada su voluntad. Ciertamente este tipo de “testamentos” tiene muchos puntos débiles, y por eso no tienen aceptación general ni jurídica, pero es un argumento digno de ser tomado en cuenta en situaciones como ésta. (Así se hizo en el caso de la señora Schiavo.)

Si yo dejo instrucciones de que en el caso de una enfermedad necesariamente mortal o si estoy definitivamente privado de conciencia “no deseo ser mantenido con vida por medios artificiales”, creo que nadie podría esgrimir razones suficientemente válidas para contradecir mi decisión. Y si yo pienso de esa forma, debo desear para otros lo que desearía que se hiciera conmigo. (Uno de los fundamentos del fallo de la Corte de New Jersey en el caso de Mary Ann Kinlan.)
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Dr. Ricardo Vacarezza Y.
Profesor de Bioética

Lunes 28 de Julio de 2008
Agonía de Eluana: Conclusiones

Señor Director:

En relación con las opiniones divergentes que se han publicado sobre el significado y conducta a seguir en pacientes que se encuentran en la situación de Eluana, caben tres conclusiones sobre las que podríamos quizás llegar a un consenso.

La primera es que esta condición constituye una carga y un sufrimiento significativo para la familia que tiene a uno de sus miembros en ese estado. Esto requiere de una conducta más solidaria de parte de la sociedad con esa familia.

La segunda es que en esta situación las decisiones incluyen complejas consideraciones éticas, legales y se realizan bajo un intenso componente emocional.

La tercera es que somos diferentes. Damos distintas interpretaciones a la realidad. Tenemos maneras diversas de enfrentar la vida, lo que representa una de las riquezas de nuestra especie.

Frente a esta situación, adquiere relevancia el principio de autonomía (ser gobernado por normas propias), que debe ser atendido especialmente en el ejercicio actual de la medicina. Este principio, de reconocimiento reciente, asegura la libertad que dentro de ciertos márgenes tienen las personas, o sus representantes, para elegir la opción más apropiada para concretar su personal proyecto de vida.

Esto nos obliga a tolerar alternativas de conducta a las cuales los demás pueden optar, y que no escogeríamos para nosotros, lo cual constituye un gran progreso de la sociedad, y que deriva de la dignidad que tienen todas las personas.

DR. FERNANDO NOVOA
Neurólogo

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Martes 29 de Julio de 2008
Eluana y voluntades anticipadas

Señor Director:

Luego de leer la carta del Dr. Juan Pablo Beca publicada el sábado 26 de julio, no puedo dejar de expresar, moralmente y como nieta, mi vivencia personal respecto de las «voluntades anticipadas» o «testamentos vitales.

Jamás se me podrán borrar de mi memoria las palabras de mi querida abuela materna, una mujer excepcional y visionaria para sus tiempos.

«Vivi -me decía-, yo jamás seré una carga para ustedes. El día que ya no ‘sirva’, seguiré el ejemplo de los esquimales y saldré del iglú para morir en paz y dejar mi legado con quienes más quiero sin darles problema alguno». El destino, sin embargo, quiso algo diferente.

Debido a un accidente vascular que sufrió y aún trabajando activamente en lo suyo a pesar de sus años, luego de la consecuente intervención médica a la que fue sometida, quedó en estado vegetal por 10 «dolorosos» años, por ponerlo de alguna forma. De nada sirvió su «voluntad anticipada», de la cual siempre nos habló como familia y que, por lo demás, consultó con su abogado para poder dejarlo por escrito ante notario, previendo que si en algún momento de su vida pudiera sufrir algún percance de salud de esta envergadura, dejaran desconectarla de cualquier medio «artificial» para mantenerla con «vida».

Sin duda en Chile aún falta, como bien lo menciona el Dr. Beca, una legislación que pueda acoger estas peticiones personales.

Sin embargo, hoy en Chile, al renovar nuestras licencias de conducir, sí tenemos el derecho de decidir si estamos de acuerdo o no en donar nuestros órganos para así salvar otras vidas en caso de un deceso fortuito. Ojalá que con este debate quede abierta la opción también de poder legalmente expresar nuestro deseo de cómo queremos terminar nuestras vidas ante una eventualidad tan drástica.

VIVIANNE CLAUSS PAIVA

Fuente: EMOL.cl (El Mercurio Online)