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El debate sobre el derecho a morir

El Mercurio
4 diciembre 2004

Señor Director:

La Asamblea Nacional francesa aprobó hace pocos días, casi por unanimidad, un proyecto de ley que precisa el derecho a «dejar morir» a los enfermos terminales e incurables que así lo soliciten. Se estipula que, ante una persona en fase terminal, se puede decidir la suspensión de todo tratamiento, así como utilizar medicamentos contra el dolor, aunque con ello se pueda acelerar la muerte. La norma se basa en tres pilares: respetar la voluntad del paciente, evitar la obstinación irracional en ciertos tratamientos médicos, y luchar contra el sufrimiento. Estas decisiones se limitan a pacientes graves e incurables, y la voluntad del paciente se debe respetar después de haberle informado de las consecuencias de su decisión.

El proyecto francés no despenaliza la eutanasia ni ampara legalmente el suicidio asistido. Se logró definir así un modelo de respeto al final de la vida, posición que contrasta con las legislaciones holandesa y belga que reconocen la eutanasia como un acto legal, en ambos casos bajo condiciones que la regulan.

Lo importante del modelo francés, en vías de convertirse próximamente en ley, es que reconoce el derecho a morir para evitar los excesos de tratamientos que no se suspenden por temor a adelantar la muerte. La paradoja es que en estos casos, basándose en el respeto a la vida, se provoca un daño violando así el principio bioético básico de «No Maleficencia».

La distinción entre provocar activamente la muerte (eutanasia) y permitir la muerte es esencial en todo debate sobre las decisiones ante el final de la vida. Los cuidados en esta etapa deben responder a las necesidades reales del paciente, que son disminuir el sufrimiento y favorecer una muerte en paz; lo que, en otras palabras, significa ofrecer cuidados paliativos de excelencia. En la medida en que se desarrollen e implementen estos cuidados, las peticiones de eutanasia serán innecesarias, pues ellas se explican por la insuficiencia del cuidado y del apoyo que reciben los enfermos al final de su vida.

DR. JUAN PABLO BECA
Centro de Bioética
Facultad de Medicina
Clínica Alemana
Universidad del Desarrollo