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Mariposas, misterio y fe

Por: Cristián Warnken
El Mercurio
4 de Septiembre del 2008

Elisa, María de los Ángeles, Trinidad, Valentina, Eloísa, y las dos Bernarditas y las dos Magdalenas. ¡Qué hermosos nombres! Nunca las conocí, flores de una primavera temprana, cuya vitalidad, pureza y alegría las hizo ser las siemprevivas de los que las amaban. No las conocí, pero sus prematuras partidas me duelen como si fueran las de mis propias hijas.

Dice Rilke en su primera «Elegía del Duino»: «Ya no nos necesitan ellos,/ los que se fueron temprano:/ suavemente, uno se va desacostumbrando de lo terrenal,/ así como se emancipa con ternura de los pechos de la madre./ Pero nosotros,/ que tenemos necesidad de tan grandes misterios, de los cuales/ y desde la tristeza surge a menudo una prosperidad bienaventurada,/ ¿podríamos existir sin ellos?».

Nadie está preparado para decirle adiós a lo que ama. Quisiéramos ver a todos los que han partido antes, bailar, correr, pintar, moverse con esa frescura, con esa ilusión sin límites, con los brazos abiertos, devorando todo el aire, toda la luz. No queremos verlas ahí, bajo tierra, porque ellas vinieron a correr sobre la tierra y a conquistarla. Nosotros, que ya estamos cansados demasiado pronto, que olvidamos soñar y bailar, que llevamos demasiado peso sobre nuestros hombros, necesitamos a los niños y jóvenes que partieron antes, moviéndose alrededor nuestro, con sus risas sonoras, con sus miradas todavía puras. Nada podrá llenar sus piezas vacías, sus puestos en la sala de clases, ese silencio y esa ausencia que vibran tanto alrededor nuestro cuando alguien tan joven se va.

Quien no ha escuchado el sonido de esa ausencia, no entiende lo que estoy diciendo.

Sí: nosotros las necesitamos a ellas y daríamos todo, lo gastado, lo cansado, lo maduro, lo razonable de nuestras vidas para que ellas volvieran con el ímpetu de siempre, como esas bandadas de pájaros que a veces irrumpen en nuestro jardín llenándonos de gozo, exaltándonos hasta las lágrimas. Nosotros las necesitamos a ellas, pero lo más difícil de entender es que ellas, ¿tal vez ya no nos necesitan? Rilke afirma: los que se van, se van suavemente desacostumbrando de lo terrenal. Hay algo delicado, lento en la muerte, por violenta que ésta sea. Ellas se están yendo lentamente de aquí, en una lentitud de un tiempo ya desfasado del nuestro, tan vertiginoso, donde todo es prisa. Como las mariposas que se desprenden de sus capullos, ellas tienen que desprenderse de su pasado, de su infancia, de su adolescencia, de sus cuerpos, de sus recuerdos. Por eso, intentar aferrarlas es imposible, es intentar violentar el tránsito más sutil de todos. Debiéramos aprender desde ahora a entrar a ciegas en sus cuartos vacíos, sin encender la luz, para que no se develen sus nuevos rostros, que tal vez no podamos ni debamos todavía ver. ¿No somos quizás un peso para ellas? Como si alguien quisiera cargar algo sobre las alas de una mariposa. Ellas son ahora nuestro gran misterio, y nosotros no podemos vivir sin esos «grandes misterios», y el más grande de todos: el de la muerte prematura.

Sin esos misterios, nuestras vidas serían opacas, vacías, duras. Recién ahora empezamos a vivir, alimentados por el misterio que deja su ausencia. Antes de que ellas se fueran, creíamos vivir, pero estábamos muertos. La tristeza nos va a mostrar una «prosperidad bienaventurada» que jamás imaginamos. Yo sé que esto último es muy difícil de entender. Yo todavía no lo entiendo.

Se fueron estas hijas maravillosas, sus padres quedaron huérfanos de ellas, para hacerse ahora hijos del misterio. Dejémoslos nacer a este misterio doloroso, tan hondo, dejémoslos llorar y gritar, incluso clamar. Cuando uno nace, ¿acaso no llora? No tengamos miedo a esas lágrimas. En este punto, hasta la fe debe callar e inclinarse ante el dolor sagrado por la muerte de un hijo. Y llorar con los que lloran, y beber de esas lágrimas.

Texto tomado de la columna de Cristián Warnken; El Mercurio Online

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Las mariposas, el misterio y la fe
Por: Dr. Juan Pablo Beca Infante

El Mercurio
6 de Septiembre del 2008

Señor Director:

Cristián Warnken, en su columna titulada «Mariposas», reflexiona acerca de la reciente muerte prematura y dramática de nueve niñas. Lo hace a partir de Rilke, quien afirma que para estar vivos necesitamos grandes misterios, y que desde la tristeza surge a menudo una prosperidad bienaventurada. Y luego simboliza la partida de los niños al cambio de vida de las mariposas, que para desprenderse de los capullos tienen que desprenderse de su vida pasada. La muerte nos enfrenta siempre al misterio de la vida, pero como pediatra soy testigo de que la de los niños cuestiona todas las respuestas humanas. La fe nos permite responder al misterio, sea desde la luz o desde la oscuridad, pero siempre con incertidumbre. Por eso la tristeza profunda de los padres ante la partida de sus hijas se puede transformar en una nueva vida, con una «prosperidad bienaventurada» que se nutre en la fe, la que se hace necesaria y se une al misterio. Esa fe parece ser el regalo de Dios que los niños fallecidos dejan a sus padres y a quienes los acompañamos rogando que esa nueva vida sea realidad.