Los médicos tienen como centro de su actividad la búsqueda del bienestar de las personas que confían en sus servicios y consejos. Para lograr este fin, utilizan diversos insumos como medicamentos, pruebas de laboratorio y artículos técnicos, cuyo correcto uso debe estar fundamentado en evidencias científicas que muestren un claro beneficio para el paciente. En la actualidad, existe un explosivo aumento de las herramientas disponibles para prevenir y controlar enfermedades. Consecuentemente, si los hábitos de prescripción son influidos por elementos ajenos a la información científica, se producen conflictos de intereses.
Conscientes de este problema, diversas organizaciones médicas, gremiales y académicas, han desarrollado estrategias para que sus miembros se mantengan al día en la información y al mismo tiempo han establecido códigos de práctica clínica que resguarden siempre el interés del paciente. Este tema ha originado editoriales en las principales revistas médicas internacionales1-8, pronunciamientos de asociaciones gremiales internacionales como la Asociación Médica Mundial9, la Organización Mundial de la Salud10 y la Asociación Médica Americana11. En nuestro país, la Asociación de Sociedades Científicas-Médicas de Chile (ASOCIMED) también ha emitido una declaración al respecto12, la cual ha sido ratificada por la mayoría de las sociedades científicas chilenas12-
16. Asimismo, las compañías comerciales han establecido códigos de conducta cada vez más exigentes en la promoción y comercialización de sus productos17,18.
Para contribuir a la reflexión y al desarrollo de propuestas concretas adecuadas a la realidad chilena, en el presente artículo analizamos los aspectos éticos relacionados con los conflictos de intereses a nivel del médico que acepta o solicita regalos u otro tipo de relaciones económicas con cualquier empresa que provee insumos médicos y, especialmente, con la industria farmacéutica, donde es más factible que la presencia de conflictos de intereses pueda influir el acto de prescribir.
Por cierto que este tema no constituye la única fuente de conflictos de intereses a los que se ven enfrentados los médicos, existiendo también potenciales conflictos entre el investigador clínico que realiza investigación para la empresa farmacéutica y también entre los editores de Revistas Científicas que cuentan para el financiamiento de la publicación con fondos provenientes de la industria, lo que eventualmente puede originar un sesgo en la selección de artículos que sean favorables a los que prestan el apoyo económico1.
Por motivos de espacio, en el presente artículo sólo nos referiremos al primer tipo de conflictos. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar que numerosas evidencias muestran que los estudios que son financiados por la industria tienen más posibilidad de llegar a conclusiones favorables para ésta que aquellos que reciben financiamiento de otras fuentes1. La simple declaración de la existencia de potenciales conflictos de intereses en conferencias o publicaciones, como propone ASOCIMED12, no es suficiente para solucionar el problema e incluso puede convertirse para el declarante en una suerte de autorización moral que otorga respaldo a su accionar sesgado (…).