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Emprendedor científico en el siglo XXI: la economía del bien común

Por Daniel Rojo Vera
Médico Cirujano/ (E) Doctorado en Biotecnología USACH
Investigador Centro de Medicina Regenerativa UDD

Daniel RojoLos científicos con el “bichito empresarial“ suelen crear un negocio intensivo en conocimiento, situando la aplicación de este en formato de la explotación de los derechos de propiedad intelectual como ventaja competitiva clave del negocio. Sobre esas bases se aplican las características necesarias para el éxito: gestión de riesgo, innovación, perseverancia. Y sin pensarlo mucho ingresan como actores destacados al momento económico que vive el mundo.

El sistema económico global imperante ha llevado a niveles de desarrollo nunca antes visto en el planeta. Sin embargo, es innegable el impacto que ha tenido nuestra civilización en la biósfera, además de la codicia que embarga a algunos empresarios y repercute enormemente en la desigualdad abismal entre los ricos y los pobres en el mundo.

Cambiando el paradigma

Los preceptos éticos y principios suelen coincidir entre culturas. Estos preceptos no solo abarcan los elementos que buscan nuestra interconexión, buscan también el cuidado de nuestro entorno como único medio de asegurar la vida de las generaciones venideras. El amor al prójimo, la empatía, la compasión, la caridad.

Si analizamos estos preceptos en las empresas, en la Misión y Visión se declaran valores éticos de lo que es una empresa, una entidad que resuelve necesidades de la comunidad, con responsabilidad social y no solo una máquina de crear dinero a sus dueños.

¿En que fallamos entonces? En palabras de Christian Felber el sistema económico actual está basado en 2 coordenadas que reproducen valores contrarios a los que permiten florecer nuestros valores inter humanos: ánimo de lucro y la competencia. Esto asociado a como es evaluado en la actualidad el éxito económico:

– Producto interno bruto.
– Utilidades en el balance de la empresa.

Es decir, el éxito se mide solo en parámetros monetarios. Y eso tiene la desventaja de no medir en absoluto los principios y valores que la humanidad quiere que rijan su vida, ni medir como afectamos el entorno ecológico. Una empresa que vende armas se mide igual en contribuir al PIB que una empresa de ecoturismo.

En el año 2008 el académico austriaco Christian Felber propuso un orden económico alternativo al actual. Este consiste en colocar los ideales y principios de democracia, justicia, dignidad humana y sustentabilidad como los objetivos para evaluar el éxito empresarial. El resumen de esos principios lo establece en el denominado “bien común“.

El hito central en que se basa esta alternativa económica es el denominado balance del bien común. Cambiar un balance centrado en el concepto de medir el éxito en las ganancias monetarias a otro que incluye factores como la dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social, participación democrática y transparencia.

La idea propone establecer todo un marco legal para que producir de forma ética sea más barato, es decir, dar tasas de impuestos y aduana reducidas, créditos blandos, prioridad en licitaciones públicas y acceso preferencial a cooperación con universidades. Esto llevará a productos éticos comercialmente viables, escalando a ser la regla del sistema. Posterior a esto los preceptos de la economía del bien común están delineados a construir un estado de justicia social y desarrollo armónico.

Suena utópico, pero cabe destacar que en la actualidad hay más de 1600 empresas que simpatizan con la idea, y al menos 100 que ya hacen balances del bien común entre Austria, Alemania, España y otros países europeos. Y por mi parte creo que al menos esta idea nos permite reflexionar del cuidado que debemos a las generaciones que vendrán. Es probable que, con el correr de los años, más ideas comiencen a llegar a personas interesadas en tratarnos con ética y vivir mejor.

Este es el mundo que nos toca vivir, mundo que para los emprendedores científicos plantea nuevas reglas y nuevos desafíos. Quizás con el tiempo surjan regulaciones en los países desarrollados que recojan al menos en parte la idea del bien común económico. Si se da esta situación, es probable que en nuestra aldea global, un científico de un pequeño país del extremo del mundo llamado Chile deba acreditar su empresa con algo parecido al balance del bien común para vender su producto o servicio. El futuro es ahora.

Los invito a revisar la página que describe la idea de Felber: http://economia-del-bien-comun.org/es/content/la-idea