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Docente de Kinesiología participa en Ironman de Pucón 2014

Daniela Nuñez, coordinadora de Internados Clínicos de la carrera, comparte su experiencia en esta triatlón.

El Iroman 70.3 de Pucón es el único en Chile del circuito Iroman y es la fiesta de este deporte a nivel nacional. Primero porque participan muchos elite chilenos y extranjeros, y después, porque es donde todos los triatletas nacionales queremos estar. Por algo la llaman «la carrera más linda del mundo». Antes de correrla, creía que era una exageración, pero no lo es.

Son las 5:20 de la mañana del domingo 12 de enero de 2014. Ha llegado el día, el tan esperado día. Alimentación, zapatos de ciclismo, casco, lentes, zapatillas de trote, jockey, último chequeo… A ponerse el traje de agua, gorra, lentes y a calentar al agua. Marcado tengo el abrazo de buenos deseos de mis padres que llegaron de sorpresa a verme, y de mis amigas y compañeras de team.

A las 7:30 parten los elite y 5 minutos más tarde, todas las mujeres. En frente de nosotros, está un lago benevolente que espera que lo recorras por 1900 metros. Brazada tras brazada, trato de lograr mi ritmo mientras escapo del grupo para ubicarme bien, sin alejarme del camino señalado. Me siento cómoda, lo que me permite «ponerle» un poquito más. Con calma, la primera etapa llega a su fin.

Ahora, hacer una transición al ciclismo lo más rápido posible. Bici al lado y a recorrer esas dos cuadras de parque cerrado, eterno parque cerrado, hasta que traspasas la línea de montaje. Se vienen 90 kilómetros por delante. Al principio, las piernas están medias porfiadas y no responden a lo que la cabeza quiere, pero en verdad ver una calle repleta de gente alentando, hace que pase a segundo plano. En ese momento, te sientes un «rock star», como ser parte de un evento que pocos tienen la suerte de vivir. El camino tiene de todo, no resulta fácil y los hombres que partieron un poquito después de nosotras, comienzan a pasar. Reconozco los rostros de amigos, compañeros, elites. Los gritos están nuevamente ahí, y escuchar a mi coach y familiares de team me re-energizan para continuar.

Y así de «rápido», ya toca bajarse para enfrentar lo que resulta ser para mí lo más dificil: los 21 kilómetros de trote. Ya sabía que en algún momento los iba a sufrir porque hace tres semanas me había desgarrado el sóleo, y en un circuito con subidas y bajadas eso pesa. Pero desertar nunca fue opción. Tres vueltas a un camino rodeado de flores, con una vista espectacular del lago y encontrándome con compañeros que ya estaban terminando con caras de satisfacción, concentración, dolor….

Me encontré recorriendo los últimos 200 metros con una alegría y satisfacción por el «trabajo bien hecho» que resulta indescriptible. Un flash back de sólo unos segundos me llevó al primer día de entrenamiento, cuando llegué a la piscina como una novata sin saber en qué me había metido, los sábados de pedaleo a primera hora, los trotes recorriendo Santiago alegando porque ya «no puedo más» y ahora tenía la alfombra verde frente a mí que decía «META». Sólo quedaba aumentar la velocidad, y subir los brazos para festejar… Lo había hecho. Soy finisher de un medio Iroman y tengo una medalla al cuello que lo acredita. ¡La adrenalina está en su peak!

¿Enseñanzas? Muchas. Aún hoy, a una semana de la competencia las pienso. Pero sin lugar a dudas, la más valiosa, es saber el poder que tiene una decisión bien tomada. Con esa idea en la cabeza, todo es posible. TODO.

Agradezco a mis compañeros y amigos de trabajo que me han apoyado en esto desde que comencé.

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