Jaime Verdugo y María Francisca Rodríguez cambiaron la atención individual de sus pacientes por el trabajo a nivel nacional.
Jaime y Francisca pertenecen a la primera generación de médicos egresados de la Facultad de Medicina Clínica Alemana Universidad del Desarrollo, aquella que hace diez años inició un modelo de enseñanza médica basado en los conceptos de excelencia y humanidad, a cargo de un entusiasta equipo docente que aún recuerdan con cariño.
Ambos estaban conscientes de lo que significaría ser los primeros titulados de una universidad privada, sentían una responsabilidad adicional que debían cargar sobre sus hombros. Sin embargo, la impronta que les dejó su Facultad y los conocimientos adquiridos a lo largo de la carrera les permitió enfrentarse con seguridad y compromiso al mundo laboral.
“En el internado me di cuenta que podíamos hablar de tú a tú con cualquiera. Siempre me relacioné con personas de otras facultades de medicina, a través de los trabajos de invierno u otras actividades universitarias y la verdad es que nunca me achiqué ni sentí que estuviéramos en desventaja o faltos de oportunidades”, explica Jaime.
Para Francisca la situación es similar. Recuerda con afecto lo impartido en clases y en el internado, incluso en aquellos momentos donde sentía un sobrecargo de responsabilidades y estudio, propio de un estudiante de Medicina. “Existe un sello característico que te lleva al cuestionamiento de los problemas, a la preocupación particular por el paciente y a reconocer tus capacidades e incapacidades también. Yo no tengo ningún problema en decir que no sé algo, para ir en búsqueda de una respuesta. Eso es importante, formaron médicos que podrían haber sido soberbios, pero no”, destaca.
A lo largo de la carrera no sólo aprendieron en la teoría y la práctica los conceptos esenciales de la profesión, sino que también conocieron a los que siguen siendo sus grandes amigos. Paradójicamente se ríen al descubrir que son los mismos con los que hicieron trabajos y estudios grupales. “En la universidad siempre te hacían hacer trabajos por orden de lista, así que nuestros mejores amigos terminaron siendo los que anteceden o siguen nuestro apellido”, comentan.
Estos trabajos grupales -principalmente de investigación- permitieron que muchos de los egresados supieran cómo desenvolverse en sus actuales trabajos; en el caso de Jaime y Francisca, en los relacionados a la gestión en salud. También se hacía notorio este sello de la Facultad en la práctica con los pacientes: “trabajando en el consultorio me dí cuenta que el nivel humano y técnico de los ex alumnos de la universidad era muy notorio, tenía una impronta muy característica”, destaca Jaime.
Los primeros años de la carrera fueron esenciales para ambos en cuanto al aprendizaje del método de la investigación, lo que les ha permitido enfrentar distintos proyectos en la actualidad. Jaime destaca el rol que cumplió la doctora Paulette Conget, directora del Instituto de Ciencias a través de su asignatura Seminario de Investigación, “para mí, ella y su ramo marcó una forma de plantear los problemas”, afirma.
El ex alumno también destaca las palabras del Dr. Luis Miguel Noriega, vicedecano de pregrado, quien les recordó que podían tomar dos posturas: todo centrado en el paciente o todo centrado en el doctor. “Fueron muy transparentes durante la carrera de dejarnos en claro que todos en el hospital eran más importantes que nosotros y finalmente creo que esa humildad fue algo que me marcó”. Además, comprendieron durante la carrera “que el médico siempre está en constante aprendizaje, por lo que bajo ningún punto de vista se puede pretender que alguien lo sabe todo… para eso hay que seguir perfeccionándose siempre y aprendiendo del resto”.
Ingresar al mundo laboral
Una vez egresados, ambos tomaron caminos distintos. Jaime entró a trabajar en un consultorio y Francisca ingresó al Magíster de Epidemiología de la Universidad de Los Andes.
Con el tiempo, la salud pública comenzó a ser un tema en común. Jaime Verdugo pasó a ser director del Centro de Salud Familiar Poetisa Gabriela Mistral de San Ramón, mientras que Francisca se encantaba con el trabajo comunitario y social. “De pronto me empezó a gustar la gestión, pero tenía miedo porque como contaba con la experiencia de atender pacientes, no sabía cómo era trabajar en un escritorio sin atender a nadie. De todas maneras, quería saber cómo era estar en la otra cara de la moneda”, dice la ex alumna.
En el caso de Jaime, trabajar como director fue algo que lo enorgulleció como profesional y que le permitió conocer de cerca las herramientas que tenían los internos provenientes de la Facultad de Medicina. “Me alegro haber generado un grupo de trabajo de médicos egresados de la Facultad de Medicina CAS-UDD con los que estrechamos muchos lazos, dejando bien potenciado al centro como campo clínico importante”, sostiene.
Gracias a estos conocimientos y experiencias, los médicos egresados se reencontraron en el Magíster de Epidemiología que, más tarde, les dio las herramientas para trabajar en el Ministerio de Salud.
Actualmente Jaime está a cargo de la Unidad de Cáncer que pertenece al departamento de enfermedades no transmisibles de la Subsecretaría de Salud Pública. Aquí conoció la realidad de este mal: la segunda causa de muerte después de las enfermedades cardiovasculares. “El cáncer es una patología que está tomando una relevancia mayor en el mundo, incluso en la chilena porque su población está envejeciendo. Es una enfermedad que además tiene altos costos para las personas y para su investigación, que tiene un desarrollo infinito”, detalla.
En la actualidad, el plan GES (Garantías Explícitas de Salud) -que tiene por objeto garantizar la cobertura de un número de problemas de salud por parte de Fonasa e Isapres- ha sumado 12 tipos de cáncer desde su comienzo en julio de 2006.
Por su parte, Francisca Rodríguez trabaja en la secretaría técnica AUGE (Acceso Universal de Garantías Explícitas), en el equipo que coordina todo lo relacionado al plan. “Desde aquí vemos las patologías necesarias de incorporar todo lo relacionado a la ley y su financiamiento, cómo mejorar lo ya existente, qué programas de prevención podemos sumar, entre otras cosas”, cuenta.
Además, agrega que al ingresar al Ministerio de Salud se reencontró con la salud pública, que no le había llamado tanto la atención en la universidad. “Siempre me ha gustado pensar en crear programas que beneficien a más, pero no sabía dónde llevarlo a cabo. Ahora estoy feliz y encuentro fascinante estar aquí”.
De esta forma, el sueño de tener una consulta y atender pacientes se fue disipando y transformando en una necesidad de abarcar lo general, de aunar propósitos e idear proyectos que mejoren la calidad de vida de los chilenos. ¿Cómo? Con disposición y la base que les entregaron sus profesores en pregrado, sumado a la experiencia que fueron adquiriendo luego de su egreso.
Como ambos dicen, el Ministerio de Salud tiene una historia y una rutina de cómo se hacen las cosas, sin embargo, estos jóvenes llegaron a plantear dudas y novedades. ¿Podemos cambiar esto? ¿Podemos darle una línea distinta? ¿Podemos decirles a más personas que participen de este proyecto?… se plantean, se proponen metas, formulan nuevos objetivos… ¡y los quieren cumplir!