Recientemente, fue uno de los profesores mejor evaluados por los alumnos. Tarda cerca de 6 horas en preparar una clase –lo cual le fascina-. Es estricto, pero cercano con sus alumnos, karateca, buen lector y amante de su perro, quien incluso llega a ser protagonista en sus clases.
Sin duda, el ser valorado y reconocido por los alumnos es uno de las mayores ‘premios’ que puede recibir un docente. Este es el caso de Pablo Reyes, profesor del Plan Común de la Salud, que destacó entre los 9 profesores mejor evaluados por los estudiantes de la Facultad de Medicina CAS-UDD.
“Estoy muy agradecido con el premio, sobre todo de los alumnos, pero también del doctor Zapata, por el sello que él ha impuesto y por enseñarme a enseñar”, dice.
Para Reyes, la ‘clave de su éxito’ con los alumnos es la cercanía, el ser gracioso, pero también estricto: recreos cortos, controles todas las clases, aprovechar la clase al máximo y que sean responsables de sus acciones, entre otros. “Me quieren porque los trato como un igual, no como niños, y ellos lo sienten”.
Recién el año pasado el “profe” Reyes se hizo cargo del ramo de Fisiología para alumnos de segundo año de las carreras de la salud, plan común (antes sólo era a Odontología y Medicina) y desde un comienzo esta nueva etapa se volvió un desafío para él: “Al comienzo me daba pánico hacer clases y todavía me da un poco de susto. Hay que estar preparado para pararse frente a 80 personas inteligentes, que te evalúan constantemente, cuestionan y con acceso a la información. Por eso me aplico y por cada hora de clase requiero seis de preparación. De hecho, cada vez que parte un año me re planteo la forma de hacer las clases”, explica Reyes.
Su arribo a la docencia se inicia como ayudante en todos los cursos que pudo. Es biólogo, pero siempre fue de ambiente de laboratorio, metiendo las manos… eso se le hace sencillo. Tiene la convicción que parte de la academia es devolver el conocimiento: “Eso que ganaste hay que traspasarlo, así que inmediatamente partí con clases”.
En términos personales, el profesor Reyes es egresado del Instituto de Humanidades Luis Campino. Como era el menor del curso –salió de 16 años- varias veces sufrió de bullying, así que optó por el karate. “Eso me ayudó a sentir seguridad de mí mismo. ¡Si recién en segundo medio alcancé la altura de los más bajos!”, dice entre risas.
Cocina, hace pan amasado y vive solo con su perro, un quiltro llamado Loki, el cual incluso le sirve para hacer clases. A inicio de año muestra su foto a los alumnos y les dice: “cuando mi perro quiere algo me pone esa cara (muestra la foto). Si usted quiere conseguir algo, muéstreme algo mejor que esa cara”.
Siempre quiso ser etólogo (estudia el comportamiento de los animales en el medio en el que se encuentran). Era su primer gran amor, pero nunca se dedicó a eso. Y fue una vez que su papá no supo una respuesta cuando nació su inquietud de explicar todo.
De su padre heredó el gusto por la lectura. “Me impacta que existan cosas escritas que representen cosas tan complejas y que se puedan ordenar de manera que incluir un par de palabras logren generar una historia en tu cabeza”, señala.
La investigación es algo que comparte con la docencia, sobre todo la epifanía, el momento del darse cuenta: “Es lo más rico de la investigación y tiene que ver en cómo hiciste el experimento. Cómo esa gran idea se resuelve con experimentos sencillos».