Pese a tener una vida profesional llena de compromisos, este odontólogo se hace el tiempo para practicar yoga y disfrutar de la pesca y la agricultura.
El doctor Iván Urzúa es director del postítulo en Rehabilitación Oral y del diplomado en Cariología y Estética de la Universidad del Desarrollo. Ambos proyectos, liderados desde el comienzo, los compatibiliza con la atención de pacientes y la docencia, tanto en la UDD como en la Universidad de Chile y la Universidad Austral, en las que se desempeña como profesor asociado y visitante, respectivamente.
Si bien el doctor Urzúa siempre supo que estudiaría una carrera del área de la Salud, su gusto por la investigación y la enseñanza fue surgiendo paulatinamente.
“Me gusta estar con gente joven, me entretiene hacer clases e intentar transmitir lo que aprendí con el tiempo, los cursos y la práctica”, dijo el especialista en Odontología Restauradora y Magíster en Ciencias Odontológicas de la U. de Chile, quien también destacó la empatía como una cualidad muy importante dentro de la labor formadora, señalando que “es bueno que los alumnos aprendan con agrado y sin miedo”.
A su juicio, la calidad del aprendizaje también depende de cuán al día esté con los avances tecnológicos y los nuevos procedimientos, por lo que se preocupa de asistir a tres o cuatro cursos al extranjero por año y de dar a conocer su trabajo a los alumnos. “Un docente que hace investigación puede ser un mejor profesor, porque trasmite sus propios hallazgos y está más actualizado en sus áreas de estudio”, dijo el académico.
Pero más allá de su agitada vida profesional, el doctor Urzúa dedica tiempo para su familia y para él mismo. A sus 51 años, lleva dos años y medio practicando yoga, disciplina física y mental que lo ayuda a fortalecer la musculatura para corregir la mala postura de años de ejercicio de la Odontología, además de hacerlo sentir más tranquilo y relajado.
En su tiempo libre, le gusta estar en contacto con la naturaleza por medio de la pesca recreativa y la agricultura; ambos gustos heredados de su padre, que hoy realiza en compañía de su mujer y sus hijos: María Olga (21), Iván (17) y Rafael (11).
Hace dos años se hizo cargo del campo de su familia, razón por la que debe viajar todos los fines de semana a Pichidegua para comprobar en terreno el estado de sus cultivos de paltas y mandarinas, que hoy comercializa en el mercado nacional, pero que pronto espera exportar.