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Tareas difíciles existen en todos lados, pero cambiarle la comida a una colonia de abejas es un reto estoico. Jessica Martínez, investigadora del Centro de Medicina Regenerativa del Instituto de Ciencias e Innovación en Medicina (ICIM) de la Facultad de Medicina Clínica Alemana Universidad del Desarrollo, lo hizo. De paso, evito la muerte de las larvas y contribuyó a la prosperidad de los insectos polinizadores más relevantes del ecosistema.
Martínez, doctora en Ciencias y Biología Molecular, desarrolló un producto que evita que las larvas de abeja se enfermen de Loque Americana, patología provocada por la bacteria Paenibacillus larvae. Esa bacteria, dice, es fatal porque las infecta hasta la muerte.
El producto desarrollado por Martínez es un extracto vegetal que logra eliminar a la bacteria de las colmenas. Es apoyado por Fondecyt y la empresa Apiquality.
“Existen dos maneras de aplicarlo, a través de un sistema pulverizado y en el alimento, que es el polen o néctar. Nos ha funcionado bien y actualmente estamos en proceso de validación con el Servicio Agrícola y Ganadero para poder comercializarlo. Por eso no podemos revelar qué extracto vegetal es”, indicó.
El secreto del producto, cuenta la doctora, está en su composición antibacteriana y en el sabor. “No hay nada más difícil que cambiarle el alimento a una abeja”, advirtió.
Martínez logró que las larvas se alimentaran del extracto y así evitar contagiarse con la bacteria. “Lo encontraron delicioso, por eso funcionó. Lo probamos en laboratorio y en terreno, en un apiario con 20 colmenas. Evitamos la muerte del 90% de esas colonias”, destacó.
La bacteria, explica Martínez, tiene una estrategia para nunca morir. “En su ciclo infectivo, se transforma en esporas. Ese es un mecanismo de protección, se cubre con capas que le permiten sobrevivir a cambios de temperatura y de acidez”, dijo.
Asimismo, la especialista indicó que esas esporas habitan en las cavidades de la colmena, entonces, cuando los huevos de la abeja reina pasan a estado larval, consumen las esporas que se transforman nuevamente en bacteria en el intestino de la larva.
“Muere de septicemia. Con el tiempo, eso se va a secar y como la bacteria ya no tiene de qué alimentarse, nuevamente vuelve al estado de espora”, señaló Martínez.