A poco más de un año del inicio de la pandemia por Covid-19 y con una segunda ola que tiene al personal médico haciendo un gran esfuerzo para tratar de contenerla, el director del Hospital Padre Hurtado (HPH), Dr. Mauricio Toro, hace una evaluación de cómo se ha enfrentado la situación en el principal campo clínico de la Facultad de Medicina Clínica Alemana Universidad del Desarrollo.
Según explica la principal autoridad del HPH, esta ha sido una etapa llena de cambios, adaptación, aprendizajes y mucho apoyo -especialmente de la UDD-, además de un período de reflexión que nos ha llevado a pensar respecto a de qué manera, como sociedad, podemos aportar en el manejo de la crisis que se está viviendo.
Destaca que si bien el actual aumento de casos es un escenario muy complejo, que tensiona el funcionamiento de la red hospitalaria a nivel nacional, el Hospital Padre Hurtado está mejor preparado para enfrentarlo que en la primera ola.
“Cuando comenzó la pandemia, nos encontrábamos en una situación un poco desmejorada, con bastantes carencias. Para 390 mil habitantes, de comunas muy vulnerables, teníamos sólo seis camas UCI, que es un cuarto de lo que se recomienda habitualmente para poder ventilar. Entonces partimos con un hándicap en contra muy grande”, señala.
Hoy, en cambio, luego de importantes esfuerzos para hacer frente a una enfermedad nueva y en condiciones de atención crítica, sumado a la experiencia ganada después de un año por parte de los profesionales de la salud, la situación ha logrado manejarse de mejor manera.
¿En qué situación se encuentra hoy el Hospital Padre Hurtado para hacer frente esta segunda ola pandémica?
Actualmente, tenemos más camas críticas que la primera vez. Contamos con 47 cupos UCI (ocho veces nuestra capacidad inicial), muy bien armados, protocolizados y manejados por personas bien entrenadas. Si bien nos ha tocado duro, ya no estamos dentro de las comunas más golpeadas de la Región Metropolitana y de Chile como sucedió el año pasado, donde llegamos a tener 330 pacientes hospitalizados con Covid. Hoy tenemos 130, cifra que si bien es alta y aumenta semana a semana, no es comparable con la primera ola.
Lo que sí se ha visto incrementado es el número de pacientes críticos, de los cuáles sólo un sexto o un séptimo son pacientes no Covid. Entonces sí, estamos al máximo, con una urgencia llena y siempre al 100%, pero con un movimiento permanente, con traslados a otros hospitales (dentro y fuera de la Región Metropolitana) y con el apoyo de los centros de salud que contienen a pacientes mientras nosotros nos acomodamos. Pero el paciente crítico se atiende acá, se conecta a un ventilador en la urgencia (hemos tenido hasta nueve al mismo tiempo) y se les va dando cupo acá o en otros hospitales, a medida que los flujos lo van permitiendo.
¿Cómo se ha vivido la crisis del lado del personal de salud?
Si bien estamos más cansados, hay más tranquilidad, porque se sabe de qué se trata esto, tanto desde el punto de vista del virus como del conocimiento práctico adquirido con el trabajo que hemos debido realizar. Hay más protocolos de tratamiento aprobados, sabemos cuáles medicamentos son buenos y cuáles no, cuándo ventilar, cuándo aplicar sólo oxígeno, etc.
Entonces sí, hay estrés, pero también ha habido un gran crecimiento como institución, tanto desde el punto de vista del equipamiento como humano, pues nos hemos replanteado nuestra vocación, nos hemos reencantado con el trabajo cooperativo, se ha creado una relación de confianza con la red, con el servicio de salud, con la universidad y entre nosotros. Es uno de los aspectos positivos de la difícil y crítica situación que estamos viviendo.
¿Qué medidas se tomaron durante el último año para responder a la pandemia?
Además del aumento de las camas UCI, se hizo un gran esfuerzo para contratar personas y capacitarlas, pues hay complejidades asociadas a la implementación de cupos críticos que requieren especialización y un fuerte entrenamiento. A su vez, tuvimos que adecuar las zonas para atender pacientes, trabajo que se logró con la colaboración del Servicio de Salud, el Ministerio y la Facultad de Medicina. Esto, con el fin de diferenciar los flujos en el servicio de urgencia, ampliar los espacios para el personal administrativo y de turno y que estos cumplieran con los aforos permitidos.
¿Qué rol ha tenido la Facultad de Medicina en el manejo de la situación en el HPH?
Desde el inicio de la pandemia, la Facultad se ha puesto a disposición nuestra y ha estado totalmente integrada. En cada reunión del consejo Facultad recibimos una oferta de ayuda enorme y de todo tipo, que va desde la participación de voluntarios, que apoyan la gestión de los profesionales del hospital, hasta la facilitación de infraestructura para optimizar los procesos de atención y administrativos.
Por ejemplo, nos hicieron entrega de elementos protección personal, de cajas de ayuda para los pacientes de la hospitalización domiciliaria, área que creció enormemente gracias al aporte de la UDD. También utilizamos sectores de los módulos docentes para trasladar oficinas, para implementar una zona de urgencia no respiratoria; hemos contado con el tremendo apoyo de los estudiantes de todas las carreras, tanto en sus fases regulares de aprendizaje como en trabajos voluntarios. Es más, nos han liberado becados, profesionales de la salud que están haciendo especialidades, quienes suspenden transitoriamente su formación o turnos para ayudarnos. La cooperación ha sido enorme y ha contado con la participación de todos, decano, vicedecanos, directores de carrera, alumnos. Ha sido una gran empresa en la que todos han colaborado.
Ante la crítica situación que se está viviendo, ¿qué mensaje se le puede enviar a la población?
Que en esto estamos todos involucrados y que no sacamos nada con repartir responsabilidades. No es algo exclusivo de la economía, de la política, de la educación o la salud. A veces cuesta que las personas entiendan lo que está pasando y sólo lo hacen una vez que se enferman o cuando un familiar cercano se contagia y muere, y esa es una experiencia espantosa. Nosotros hemos visto morir gente buena, noble, pacientes de años, algo muy duro para el personal de salud, a lo que se suma el cansancio, el agotamiento, la sensación de incomprensión, pero finalmente es nuestro trabajo. En cambio, una persona que quizás no quería causar daño y lo hizo, va a vivir con el dolor de haber causado la muerte de un ser querido. Hay que darse cuenta que esta enfermedad es real, que hay que ser cuidadosos y que todos debemos poner nuestro grano de arena. Esta pandemia no es del ‘yo’, sino que se trata del ´nosotros´ y nuestra pelea no debe ser para tener más derechos, sino para cuidar a los demás.